02 Nov La asepsia emocional y las buenas intenciones.
A nadie le gusta ver sufrir a las personas que quiere. Por eso, cuando estamos ante una situación dolorosa que afecta a un ser querido, lo primero que solemos hacer es pensar cómo podemos ayudarle a aliviar ese dolor.
Pero en muchos casos, esas buenas intenciones pueden ser contraproducentes y hacer menos bien del que nos gustaría, a pesar de que nuestra intención sí lo sea. En esos momentos, es preferible no pensar tanto en qué podemos hacer o decir sino en lo que no deberíamos hacer o decir para no empeorar la situación. O lo que es lo mismo, practicar cierta asepsia emocional. Si no conoces este término, no te pierdas este post en el que te lo contamos.
¿Qué es la asepsia emocional?
Pensar en asepsia es pensar en medicina, en desinfección, en algo limpio y libre de gérmenes. Aplicado a las relaciones personales, practicar la asepsia emocional implica pensar en cómo nuestras palabras, gestos, acciones… afectan a otras personas. En definitiva, se trata de pararse a pensar en las posibles consecuencias que tendrán lo que queremos hacer, por muy amparados en la buena fe que estemos.
Porque lo que ocurre es que, muchas veces, la buena intención no es suficiente y puede empeorar o agravar una situación sin que nos demos cuenta de que está siendo así. En otros casos, no hay tanto una buena intención sino la ausencia de una mala, lo que provoca que hagamos que otras personas no se sientan bien sin quererlo.
En todo caso, la asepsia emocional hace referencia a la autoevaluación de nuestras acciones con respecto a los demás y al análisis previo de las consecuencias emocionales que provocan. Cuando se practica de manera activa, pasamos de entender a la otra persona para actuar a entender a la otra personas para comprenderla. Y no se trata tanto de saber qué decir o qué hacer en determinada situación, sino precisamente de escuchar y comprender sin más.
Por muchas ganas que tengas de decir lo que opinas o lo que crees que debería hacer la otra persona, cuando se practica la asepsia emocional se ponen en pausa nuestras propias opiniones y se toma cierta distancia con el objetivo de estar ahí sin más pretensión.
La asepsia emocional también es actuar.
Por eso, la asepsia emocional es algo que todos deberíamos practicar porque, en muchas ocasiones, con la mejor voluntad del mundo hacemos daño o no hacemos el bien que creemos. Y puede ser difícil cuando, por ejemplo, ves a una persona que llora desconsolada por romper una relación que tú sabías que no le hacía bien, pero quizás no sea el mejor momento para recordarlo. Basta con estar ahí, acompañar, comprender y arropar. Sin juzgar, sin imponer criterios ni opiniones, sin meter el dedo en una llaga que no es la nuestra.
Y aunque a muchas personas les cuesta practicar la asepsia emocional porque tienen la sensación de “no hacer nada” por esa persona que quieren, en el fondo, es lo que están demostrando: que la quieren como para separarse y coger distancia para comprenderlas.
La falta de asepsia emocional se produce mucho en las relaciones familiares, haciendo que, sobre todo, padres e hijos choquen y no se escuchen de verdad. De ahí que sea, hoy en día, un concepto que debe conocerse y practicarse más, junto con la empatía y la bondad. En muchas terapias de pareja de las que realizamos en nuestro centro de psicólogos en Pozuelo de Alarcón surge este término en el que estamos insistiendo porque es muy necesario.
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